sábado, 30 de septiembre de 2006

mi abuela dice que esa planta se llama rosario.

El día que las luces de colores aparecieron, la tentación de romperte la plantita que estaba sobre esa especie de sofá cama era cada vez mayor. Trepé por tus manos, que saben cantar, y en vez de eso, me dediqué a querer que las melodías que del lomo de tu guitarra se parieran fueran sólo para mí, aunque fueran sin notas, aunque las pausas fueran eternas, aunque tu cascabel, caminante, todavía no sonara a mi lado.

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